Sunday, January 25, 2009

On the move

Ya active mi celular para postear desde el. Estaré más al corriente escribiendo lo que imagine. Saludos.
Mensaje enviado desde mi BlackBerry de Nextel

Saturday, January 24, 2009

{Samantha (2ndaParte)}

A la mañana siguiente, una niña se levanta de un profundo sueño donde un unicornio la llevaba a una playa mágica a bañarse en agua tan dulce como la miel. Se estira y bosteza. Lentamente va recordando los sucesos de la noche anterior, sin darse cuenta que por primera vez en mucho tiempo no habia despertado sin odiarlo, sin desear quedarse dormida por toda la eternidad, pues consideraba que sus sueños eran menos dolorosos, aunque no reales, y aun cuando lo que mas soñaba fueran pesadillas. "La realidad duele mas que los sueños mas indeseables" habia escrito una ves. Pero hoy no era asi. Habia descanzado tan bien que sus pies por primera ves habian quedado cobijados toda la noche, y aun estaban calientes. Aun tratando de recordar sus deveres, su sueño y la curiosa historia de la noche anterior, un dolor en la mano le recordó todo lo que no queria recordar. Dolor, tristezas, celos, traumas, descepciones, traicones... todo vino a ella en un segundo.
No era una cortada profunda, pero ardia como si lo fuera. La princesa, a punto de volver a llorar, voltea hacia su almohada para tirarse a ella y desear no haber despertado, y busca a su oso para soltar sus lagrimas...
su oso...
Recuerda la noche anterior. El oso hablandole... la navaja... la campana...
Busca a su peluche entre las sabanas de su cama... no halla nada.
Debajo de la cama... nada.
Voltea a ver la ventana, el sol ya parece estar saliendo. De pronto da cuenta atonita de un detalle que por poco se le habia pasado. La ventana estaba cerrada. La habia abierto la noche anterior, estaba segura, y no recordaba haberla cerrado.

-¡Samantha! ¡Ya es tarde para ir a la escuela! -Escucha la voz de su madre desde el piso de abajo -¡Corre niña desobligada!
-¡Ya voy!- Grita la niña con su hermosa cara en una mueca de desagrado.
Hecha un vistazo a su cuarto buscando su uniforme en el piso y a su amigo perdido a la vez.
Y allá, en un rincon de su enorme cuarto, en la esquina de el closet y la pared, en una silla ve a su perdido oso de peluche cafe sentado tranquilamente sobre un uniforme azul perfectamente doblado y un sweater lila con bordados rosas que habia comprado ella una semana atrás con su mamá.
La princesa corre hacia la silla, no con intención de apurarse, mas a abrazar a su nuevo, y a la ves viejo, amigo oso. Su vestido negro de princesa ondeava con el aire mientras sus delicadas piernas pisaban a todo dibujo, juguete, libro o ropa que estubiera en el suelo de aquella grande y desordenada habitación.
En un abrazo fuerte e impetuoso, la niña y su oso se fusionan como si el peluche fuera un nuevo chaleco de la coleccion de invierno que aparecia en la revista recien comprada el dia anterior por Samantha, que no sabia donde habia dejado.

Separandose de su muñeco, le mira a el rostro como esperando que le contestara... mas no obtuvo respuesta. Un oso de peluche inanimado como todos los demas dias que lo habia dejado en la cama. Sin embargo, ahora ella notaba en el una extraña sensacion de que la miraba por esos ojos de canica... Y una sonrisa pintaban los hilos de su boca... una sonrisa divertida y traviesa.

-¡Samantha, apurate hija!- Se oia un grito ya mas desesperado de la madre apurada por la hora de llegada a su trabajo, como todos los dias.

Sin responderle ya a su madre, la princesa toma con una mano su uniforme y corre a la cama, donde acomoda a su amigo sentado en una almohada de su desarreglada cama.

-Regresaré rapido, lo prometo.- Dice, dirigiendose a su muñeco, que sabe dentro de su silecio la escucha, como todos los dias lo habia hecho mientras lloraba.

El hermoso vestido negro cae al piso y en pocos minutos la niña ya esta pulcramente lista y arreglada para ir a la escuela, cosa que no habia pasado nunca, Y se encamina riendo a la puerta.

Antes de cerrar su cuarto, voltea a ver a su oso cafe sentado entre las sabanas rosas en una almohada grande y blanca en la cabecera de su cama.

-¡Volveré!- le dice, sonriente, mientras sus risos perfectamente peinados se mueven con suavidad, y cierra la puerta.