Yo amaba pensar. Siempre andaba contando cosas y observando los cambios en la tierra. Las estrellas me facinavan. No podía explicar muchas cosas, pero eso intentaba.
Llegue primero que los demás a la roca. Tome un poco de agua de el arroyo y regresé a la roca, donde me acosté a ver el cielo.
"las nubes no están tan lejos como se ven..." pensé. "pueden ser tres o cuatro olimpos hasta las que estoy viendo... Tal ves cinco... Aunque aveces bajan o suben... Y hay veces que caen rayos de ellas... De que estarán hechas?"
Seguí pensando en nubes y figuras en ellas, cuando escuche un silvido particular.
"toro! Es muy temprano para dormir, no crees?" me dijo mi recién llegado amigo.
"no dormitaba, topo, más veía las nubes. De que crees que estén hechas?"
Después de ver un rato al cielo, me dijo:" ese parece conejo"
Buscando entre las nubes no encontraba figura parecida, hasta que vi al topo saludar a alguien.
Efectivamente era el conejo. Alto, de cabello claro y un poco menos fornido que el topo, que era el más fuerte de los alrededores, venía caminando hades con alguien más.
"y esa es la paloma."
Nos sentamos a esperar que llegaran nuestros amigos, mientras seguimos discutiendo de las nubes.
"a mi me parecen de aire" dijo el topo. "aire blanco"
"y como cae el agua de ellos?" le pregunté.
"entonces es agua flotante" me contestó.
"yo digo que es lo que queda de el agua caliente... " le dije.
"prefieres ver nubes que saludarme, grosero?" dijo la recién llegada amiga mía.
"señorita atenea, como le ha ido?" le dije, tocandole el cachéte como era nuestro saludo habitual.
"muy bien, señor zeus 'el toro'"me contestó.
"hermano del alma y amigo de sangre" me dijo el conejo, tocandome la mejilla antes de tomarme de la nuca para abrazarme como siempre.
"y así sea hasta el último día, mi querido hades" le dije, contestando el abrazo a mi mejor amigo.
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