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Tuesday, January 04, 2011

El gato

Había... en algún lugar alguna vez, un gato de un dueño muy rico y viejo. El gato antes había pertenecido a un curandero, o brujo si lo prefieren, a quien el rico acudía a pedir su suerte. La madre y el padre del gato habían sido criados por el brujo, y a su vez los padres de estos dos, así como el gato en cuestión. Rick, el adinerado señor, le había comentado a su amigo curandero que se sentía muy solo, por lo que le regaló uno de sus gatos mas jóvenes. Un mes después, el brujo murió. El millonario le levanto un mausoleo en su honor en el cementerio de la ciudad, aunque nunca iba a visitarlo.

Rick, en su mansión, trataba al gato como rey. El gato tenía su propio cuarto, su cuarto de juegos, su jardín donde cazaba ratones para mantenerse en forma y su propio baño, ya que disfrutaba nadar en agua tibia, cosa rara en un gato, y después era acicalado por sirvientes.

Un día, Rick enfermó. El gato se acostó por dos semanas en sus piernas dándole calor y compañía. El tercer sábado, Rick murió por un minuto. El doctor, que había estado tratando a Rick por los catorce días junto con cuatro enfermeras que lo acompañaban a todas horas, pensaron que había sido una falla en el electrocardiógrafo, aunque se dieron el susto de sus vidas. Al día siguiente, Rick mandó comprar uno nuevo, estando totalmente recuperado y andando.

Lo que ellos no sabían era que el gato había aprendido a regalar de sus propias vidas para burlar a la muerte. Y la muerte no estaba contenta.

La muerte mandó a uno de sus mejores segadores a recoger el alma del suertudo millonario, pues su nombre estaba en la lista, y debía asistir a su juicio. No le importaba retrasar juicios, si su príncipe lo pedía, pues con él muchos hacían negocios a través de los brujos. Pero el gato no había negociado. Rick debía morir.

Al día siguiente, Rick tropezó en la mañana, aunque nunca supo con que, y se golpeó la cabeza con su escritorio. Murió por dos minutos y pensó que se había desmayado. Cuando abrió los ojos, el gato le acariciaba la cara, lo cual le pareció extraño. El gato lo siguió como su sombra sin que el le diera mucha importancia.

Unos días después, Rick dejó de respirar mientras dormía con el gato en las piernas. Murió por tres minutos y nunca lo supo. Mientras tanto, la muerte se decepcionaba cada vez más de sus mejores segadores, pues interrumpía los viajes de éstos por la incompetencia del anterior fracaso.

Una semana después, una lámpara le cayó encima a Rick. Murió por cuatro minutos. Los sirvientes tardaron en darse cuenta, y cuando estaban marcando al doctor, Rick despertó con una caricia del gato en la pierna. El doctor le puso cinco puntadas y le mandó reposar.

Un mes después, un corto hizo puente, extrañamente, hasta la bañera de plata dónde se encontraba bañándose Rick. Murió por cinco minutos, y quedó un poco quemado. Cuando abrió los ojos, notó que el gato estaba sentado al pie de su bañera viendo hacia la puerta, viéndola fijamente. En ese momento recordó que el gato no se le había alejado desde que había enfermado y pensó que el gato le traía buena suerte.

Al día siguiente, el millonario decidió que era hora de ir a visitar a su amigo curandero al mausoleo que le había construido, a llevarle flores en agradecimiento por el gato que le había regalado en vida.

Al bajar de la limusina, Rick, el doctor y el gato, el viejo sucumbió. Paro cardíaco, fulminante. El doctor trató de revivirlo por tres minutos, el chofer llamó a una ambulancia, pero el joven doctor dijo que no había nada más que hacer. Lo declaró muerto, se paró, y en ese instante Rick despertó de un salto. Entre el chofer y el doctor subieron a la fuerza al viejo que insistía en dejar las flores primero, y zarparon al hospital, dejando atrás al gato.

La muerte, ese viejo ángel caído, la mano izquierda del maldito por Dios, estaba cansado de que el gato lo retara sin razón, así que dejó su lugar en la puerta del purgatorio y subió hasta el cementerio. Con coraje, mandó a su mejor segador, el ultimo en fallarle, a cuidar su puesto mientras tomaba cartas en persona con el gato.

"¡Gato!", exclamo la muerte. "Tienes idea de con quién te estas metiendo? Todos aquellos que viste a tu antiguo dueño resucitar habían pactado o intercambiado algo con Lucifer. Ni siquiera yo puedo negociar, sólo él. Yo hago mi trabajo, mis segadores sólo hacen su trabajo, y nada más.
¡Lo que has hecho no tiene nombre!¡Has atentado contra el orden natural de las cosas! Y... ¿Por qué? ¿Por mero aprecio o querer que le tienes a un mortal?"

La muerte estaba tan enojada que todo el pasto en el cementerio murió y nunca más creció en ese lugar. Caminaba en círculos alrededor del gato, mientras éste sólo arañaba el piso de miedo.

"Sin embargo", le dijo la muerte después de un rato, "Sólo te queda una vida. Te daré una oportunidad de enmendar tu cuenta. No se si le hubieras obsequiado tu ultima vida y en realidad no quiero saberlo. Después de eso lo hubiera matado sin obstáculo alguno. Pero... te propongo un trato. Tú me das tu ultima vida y yo en cambio dejo vivir a tu amo."

Sin dudarlo, el gato asintió.

La vieja muerte entró en el cuerpo del gato, y la esencia del felino dejó de existir.

"Éste gato me debe seis vidas, y me cobraré seis por cada una. Yo decidiré quien merece morir. Recorreré el mundo quitándole al que yo quiera tanto como yo quiera."

Y así se fue a vagar por las calles del mundo, en busca de víctimas a tomar. Diversión para un viejo condenado.

Un mes después, ante la pérdida de su preciado gato, y después de despedir a su doctor y a su chofer, Rick no pudo más con su tristeza y se ahorcó. El gato nunca lo supo, pero la muerte ya lo había visto venir.

Thursday, November 05, 2009

Error en la ciudad

Aburrido. Extremadamente aburrido. La vida se volvía más y más monótona cada día que pasaba. La ciudad estaba automatizada a tal grado que parecía un hormiguero de robots. Tenía programadas mis actividades casi hasta la hora en que debería morir. Horas exactas para dormir, horas de trabajo obligatorias y horas para capacitación y clases de arte, recreación y socialización pre-programadas en mi horario del día, todo perfectamente calculado para no entorpecer ni el flujo de trafico vial de la ciudad. Requisitos, protocolos, normas y métodos para vivir armoniosamente en la metrópolis celular que era la ciudad MX. Había ido a visitar MTRY una ves en mi vida, para una investigación de mercado comparativo de mi compañía. Envidiaba el hecho que su ciudad tuviera más letras que la nuestra, aunque me habían explicado que alguna vez tuvieron nombres largos, nombres reales, no nombres de metrópolis celulares, algo así como Monte Rey y Mejico o algo por el estilo. Toda la ciudad se extendía por kilómetros y mas o menos dos kilometros hasta la gran barrera de vidrio que nos separaba de los vientos torrenciales del exterior.

El exterior... nunca me había preguntado como era el exterior. entre vías de transito lento y rápido en mas de cien niveles con sus respectivos módulos de transporte individual y colectivo dirigidos magneticamente por estas, edificios de trabajo y de estacionamiento, donde cada quien tenía su lugar para trabajar y dormir respectivamente, a nadie se le cruzaba por la cabeza que existía nada más fuera de esa vida dentro del gran reloj robótico que era la metrópolis.

En camino al trabajo, sentado en mi propio módulo de transporte negro, que era el color corporacional de mi empresa, dedicada a el entretenimiento holográfico, iba leyendo mis habituales columnas de información variada para estar enterado de las ultimas actualizaciones de personalización para mi estación de descanso ubicada a cinco edificios de el de mi corporación.

Por aburrimiento, voltee a ver la barrera de protección superior de la ciudad. Un azul profundo con manchas blancas difuminadas en formas de logotipos de todas corporaciones y productos que yo mismo habia diseñado, junto con otros de otras corporaciones, parecían flotar sobre el aire. A cada uno de esos hologramas le llamábamos nubes, aunque nunca entendí por que hasta después. Me divertía buscar fallas en los diseños de otros, auqnue a veces encontraba fallas en las mías también, y fallas técnicas del sistema holográfico que se rumoreaba algunas veces sucedía. Analizaba cada una de las "nubes" exhaustivamente buscando algo de entretenimiento, cuando súbitamente todos los hologramas se volvieron negros. Una a una letras verdes atravesaron la gran pantalla holográfica hasta formar una frase: ¿Estas satisfecho? ¿Crees que esto es una vida real? Error al sistema. Error en la ciudad.