Friday, January 15, 2010

Otra redacción que encontré en mis borradores.

Friday, September 08, 2006

Nací el 7 de julio de 1250. Mi padre murió en las crusadas. La ultima vez que lo vi fue en el día de mi cumpleaños numero 12. Fue el peor día de mi vida. Había sido un día soleado y lleno de vida al amanecer. Los pájaros cantaban alegremente su melodía matutina al sol. Yo me había despertado temprano a caminar por los alrededores de mi casa. Pase al corral y me encontré con que había un nuevo caballo amarrado. Un caballo lusitano joven y vigoroso, negro como el carbón, con un crin mas claro, casi gris. Tenia un porte muy noble y atrevido. Sus ojos eran expresivos y joviales, sus orejas simétricas y bien situadas, como si siempre estuvieran listas y atentas a cualquier sonido u orden que dijera. Era el caballo perfecto.

Recuerdo haberme quedado parado admirando aquel hermoso ejemplar de equino, cuando llego mi padre y sin haberlo visto o notado su presencia, me toco el hombro invitándome a acariciarlo y me dijo: es tuyo.
Había escuchado tantas veces la historia del primer caballo de mi padre, que quise seguir el dialogo de como reacciono el al recibirlo de su padre. Después de algunas lineas que quise copiar, entendió que trataba de imitarlo y me abrazo. Ese fue el último abrazo que le di.

Después de recibir felicitaciones de todos mis tíos, tías y familiares, salí con mi padre al campo a acostumbrarme al caballo. Tan emocionado estaba que no note que traía dos bultos en su caballo. Su caballo era mas claro que el que yo acababa de recibir, pero tenia un porte majestuoso y de forma elegante y militar. Su trote era limpio e intimidante. Lo había oído nombrar como el mejor caballo de todos los alrededores. Ni el príncipe tenia un caballo que se le igualara. Pero, aunque todos deseaban un caballo así, decían que no había un hombre que mereciera más ese caballo.

Mi padre desde chico huyo de su casa. Su madre reprimía sus deseos guerrilleros, pero entre mas apretaba, mas se esforzaba mi padre en esgrimir su espada. Desde que salió de su casa se dedico a luchar como mercenario. Blandía la espada como ningún otro caballero de la época. Como mi abuelo era herrero, y él mismo le había enseñado la profesión, mi padre hacía sus propias espadas. También aprendió el arte de pulir gemas y escogerlas, pues tenia un tío, esposo de una hermana de su madre, que se dedicaba a la joyería y los prestamos, como todo buen judío.

Mi padre utilizaba una espada mas ligera que las demás, pero mas templada, lo que la hacia mas fácil de manejar y mas fuerte y resistente que las otras. Cuando no estaba peleando por la causa de otros por la paga, se dedicaba a modificar y mejorar sus espadas, ademas de entrenar si esgrimir contra los pobres arboles que se le atravesaban en el camino. Gustaba de retar a los que se encontraba, así que vivía de apuestas, venta de espadas, prestamos, y ademas las batallas como mercenario. A los pocos años llego a pelear brazo a brazo con príncipes, y dio consejos al rey en una de sus batallas contra los moros.

Después de años de batallas y comercios, se asentó en una de las ciudades conquistadas junto a el rey Alfonso "el batallador". Una antigua ciudad llamada Ejea. Tenia rastros de el ya extinto imperio romano y un poco de la invasión de los moros, pero era tranquila y ahí se habían asentado varios de sus amigos que habían crecido en la misma área de navarra que el.
Ahí fue donde conoció a mi madre, hija de un caballero amigo suyo que había ido a por su familia para mudarse a Ejea. Y en ese lugar fue donde crecí.

Como todos los caballeros que poblaron Ejea eran navarros y eran muy unidos, los empezaron a conocer como los navarros y a la ciudad, Ejea de los caballeros. A mi me conocian como Adrian, el hijo de el mercenario, o el hijo de los navarros.

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